Estuve a punto de caer en aquello que las personas católicas denominan “pecados” eh aquí la cronología de los hechos.
Eran las 10:00 am del día 04 de febrero del año 2011, ese día me encontraba profundamente confundida y lamentablemente había sido una mañana acalorada entre disputas laborales y mi realidad existencial. Me dispuse a ingerir mis sagrados alimentos cuando de pronto y casi de la nada surge una necesidad en mi organismo de volver a experimentar aquella sensación que hace mucho no sentía, un nerviosismo indescriptible me atrapó, mi estomago sentía cosquillas, mis mejillas enrojecidas, las manos temblorosas y mi corazón a un grado de salirse de mi pecho, acepto que en ese momento se me olvidó todo y solo en mi consiente había grandes luchas con mis deseos pues no quería dejarme arrastrar por la malévolas ideas de lujuria que transitaban en mi torrente de deseo, mi conciencia mi gritaba: ¡No Doris eso está mal!
Mientras esperaba ansiosamente el momento propicio para tocarlo por vez primera, voltee a ver hacía todos los puntos cardinales que mi mundo encierra, pues no quería ser descubierta, obviamente deseaba ocultarme de cualquier testigo para semejante hecho.
Una vez que acepté mi realidad, después de grandes luchas entre mis deseos y la razón transcurrieron tan solo 20 minutos después de aquella aceptación, pues el demonio ya había ganado aquella lucha, me dispuse a sentirlo por vez primera entre mis labios y sentir esa sensación ya olvidada por los tiempos, me embriagué con su sabor y fue hasta ese momento que comprendí que él me gustaba, era un receptáculo de pasiones bajas, acerqué mi boca y sin remordimientos mordí solo la puntita y ya no pude parar hasta que lo saboreé todo terminando extasiada de placer... ¡No me importó el tamaño ni cuantos me eché! Me declaro pecadora, dejé de lado mis enseñanzas católicas convirtiéndome en una golosa y solo puedo decir asertivamente:
¡Perdóname dios mío pero qué deliciosa sensación entre mis labios!
Ja ja y para aquellas caras duras que osaron en tergiversar todo: ¡Solo era un triste chocolate llamado bocadín!
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