Estaba sentada viendo hacía la nada en mi receso laboral. Se agolparon en mente y alma recuerdos, unos con un toque de dulzura y otros llenos de dolor. A mis 33 años de vida, insatisfactoriamente los números de dolor e impotencias fueron desproporcionalmente comparados a los momentos gratos, mas sin embargo, agradezco a dios por cada instante donde fui presa del desgarre de mi alma pues esto me ha permitido ser quien soy, una mujer de luchas constantes en el aspecto laboral y personal.
Tengo que aceptar que he transitado por los caminos de la depresión en más de una ocasión, pero de esa misma, aprendí a ver el anverso de la moneda. Es en ese momento que surge una mujer que toma como herramienta de fuga las letras que comencé a publicar en antaño y que quizás carezcan de la belleza propia que exige la literatura, pero que han sido paridas con cada fibra de mi corazón.
Jamás en mi vida me he abandonado en su totalidad, a dejar en la oscuridad el placentero viaje a la felicidad pues secretamente me declaro una candidata perfecta para volver a sonreírle a la vida, para caminar orgullosa al lado de mis hijas como madre joven que las saca a flote.
¿Saben cómo aprendí a ser feliz cuando sentía morir? Comprendiendo que mi felicidad no radicaba en dependes…
Depende si tengo a un hombre a mi lado…
Depende si tengo dinero…
Depende si soy amada y correspondida…
Y otros tantos ejemplos que el humano por naturaleza, por patrones repetitivos o por crianza solemos depender y sustentar nuestra vida en torno a ello.
Hoy soy feliz pese al dolor emocional que experimento ¿Ya comprendiste el verdadero significado de esta tenue introspección? ¡Tenemos vida poetas y con eso sobra y basta! ¡Ha ser feliz se ha dicho!
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